Labda

¡Guapa – me dice- eres mi primera venta!

Lavapies, una esquina mas de esta ciudad que atrapa. Una librería, gente, arte y el frío helador del mes de febrero. En esa bucólica realidad literaria, aparece Labda como un vendaval arrollador, para regalarme uno de los mejores momentos vividos.

¡Guapa -me dice – eres mi primera venta!

Sus ojos cansados, se clavan en mi mente como una espada. No puedo , ni quiero dejar de mirarla. Su presencia, lo que ella significa, me abofetea como solo sabe hacerlo la «puta» realidad, apenas sin darte cuenta y sin tiempo para que la razón haga su trabajo. Tosía como si  la vida se le escapara. Las ojeras de sus ojos mostraban la crudeza y crueldad de una ciudad ,que no sabe de colores ni de historias, solo de días y noches repletas de cuerpos que flotan o naufragan en el mismo fango.

–Tengo pulseras de coco y coral, gustan a ti? ( Son una mierda de pulseras)

Su belleza africana pasa desapercibida entre tanta gente, están ciegos y sordos.

Mi insistencia tuvo su premio, compartimos mesa. Incómoda por perder ese tiempo que para mi era mágico y para ella era dinero.  Su historia, común a la de muchas mujeres emigrantes, en Madrid desde 2008. Hijos, madre, en Senegal. Sola en una ciudad que devora.

Verdad o mentira, quien lo sabe. Durante 10 minutos, ella supo mi nombre y yo el de ella , nos presentamos y compartimos mesa y palabras. Sé que no seré nadie en su vida, que desde que cruzó la puerta, su mundo se llenó de otros rostros; que le contaría la misma historia o diferente a otra «turista accidental» a lo largo del día, pero de lo que estoy segura que al despedirnos , de alguna manera, agradecimos ese momento.

Labda entró en mi mundo, el que me fabrico en Madrid, con la misma fuerza que entra la sacudida del metro o el olor a madera de los teatros.

Me costó 8€ tomarle el pulso a una ciudad que no por bella, deja de ser descarnada.

Gracias Labda.

©Mafufe